La historia que os voy a contar a continuacion es dura, quiza muchos de vosotros acabeis llorando... De risa.
Si me permitis echar la mirada ligeramente hacia atras, puedo concluir que, en mi vida, mis debuts siempre han sido un poco irrisorios (por supuesto no en aquel momento...).
Por ejemplo, en cuestion de hosteleria, la primera vez que me toco ser jefa, mi subordinado se paso tres horas (juro que no exagero) buscando un limon para arroz con leche.
¿Y en mi vida personal? Cuando perdi la virginidad, mi chico, desesperado sin encontrar eso que tenia que romper, me pregunto agarrandose su "desvirgador": "¿y esto como se mete?"...
En fin, estoy acostumbrada, y miles de historias jocosas han salido de cada uno de mis debuts en la vida. Pero hay limites, que ayer sobrepase.
Era mi debut en Ramses como responsable de eventos y, pese a que estas ultimas semanas ha habido bastante barullo en cuanto a cual era mi puesto concreto (ayudante de eventos, ayudante de show cooking, pastelera, borracha, loba, o todo a la vez...), la verdad es que me lo he pasado genial: odio la rutina, y no la he tenido en absoluto.
Total, que ayer era un debut fantastico, como planteamiento por lo menos, porque era un grupo de 10 con menu degustacion ya marcado y era en bistrot, mi cocina de referencia en Ramses.
Entre servicios me calce mis zapatillas floreadas de hacer deporte, mi "walkman" (en esta frase pega mas que mp3, no se porque) y mis shorts-braga para ir practicamente corriendo a currar.
Me vine tan arriba, que llegue dos horas antes, intente cenar un colorante con arroz... Diigo un arroz con colorante, asisti a una reunion de camareros, y bebi cinco vasos de agua, dos cafes, un zumo y una cocacola.
Despues de que el maitre me pillase haciendo algo muy vergonzoso, a lo cual gracias a dios no le dio ni la mas minima importancia, con todo en place, me sentia completamente preparada para que esos simpaticos comensales vinieran a degustar nuestros platos.
Empezamos el evento sabiendo que en vez de ser 10, eran 15. Vuela arriba y abajo buscando mas comida que no habia, semiduplicando la place y cagandome en las putas de Jerico.
Pero de todo se sale, y gracias a mi apreciada Yanet, souschef (office) y a Jose (mi jefe), sali del tiron.
Tambien hay que dar las gracias porque en ningun momento me senti presionada: cocinaba para quince multimillonarios que se dejaron seismil euros, estaba "sola" y mis camareros eran, los dos directores de Ramses, y el maitre, que me habia pillado en la mierda.
Despues de que tuviera comida para quince (que me sacaron no se ni de donde), ahora en vez de lubina, tres de ellos querian merluza. O sea, que de esas cinco que me habia sacado del culo, tres de ellas debia volver a introducirmelas alli...
Primeros platos sin (mas) impedimentos, todo como la seda incluso con los nervios de punta...
Y entonces, a la hora de emplatar la lubina, como Yanet y yo ya nos habiamos venido arriba ante el fulgor del evento, no hubo quien nos parase... Horneando la lubina, las merluzas, glaseando la paletilla de cordero... Bueno, aquello era un no parar. Yanet, dueña de la cocina, ante tanta bandeja, decide emplatar la paletilla antes de la lubina, y en su plato, con su guarnicion y todo, ella es asi, cocinera fusion.
Ahora veis la cara del director ante mis alaridos tirandome en plancha desde el otro lado de la cocina para intentar detenerla en su labor.
Salvando aquello, la verdad es que su ayuda fue inestimable. Pero en aquel momento hubo un paron del menu, y como ya llevaban diez botellas de Don Perignon, decidieron beberse otras diez antes de que la paletila les llenase el estomago. A todo esto, yo segui durante las dos horas de paron, glaseando la paletilla. Porque yo soy asi. Yo me vengo arriba, y si acaba siendo glasa con cordero en vez de cordero glaseado, pues es asi. Y no hay mas.
El caso es que, mientras decidimos limpiar y ordenar la cocina aprovechando el tiempo, que si ordena los poleos por sabores, que si encuentra delantales y usbs perdidos y olvidados, que si hay dos toneladas de servilletas hechas un guiñapo y distribuidas en tres cajones, que si encuentras un comandero con comandas de la carta que habia hace un año... En fin, lo tipico de todos los dias. Y ya se sabe, cuando Yanet y yo nos ponemos a limpiar y, sobre todo si nos hemos venido arriba previamente, ya no hay quien nos detenga.
Y que viene el maitre, y nos marcha las glasas con cordero... Digo el cordero glaseado... Y yo que lo meto al horno despues de verlo ahi tirado en las bandejas durante toda la noche. Y sigo limpiando como si no hubiese mañana. Y que el maitre detiene la marcha. Y que yo le digo vale...
Y que sigo limpiando y... "Huele como a pan quemado, ¿no? y... ¿y las paletillas, donde las has...?" y que las ruedas de engranajes de mi cabeza empiezan a girar.
Abro el horno y sale una nube toxica de glasa parisien (vease definicion de salsa paris como azucar hecho caramelo hiperquemado, usado en otras elaboraciones y salsas para aportar color oscuro). Yanet tirada en el suelo despatarrada de risa, y yo preguntandome que hacer. ¿Os creeis que no estaba quemada? La magia de las doce capas de glasa, amigos... Asi es, y asi os lo hago saber.
Espero que leais esto todos aquellos que estais empezando y que os sentis tan mal al cagarla. No os preocupeis, llevo un año cocinando profesionalmente y aun la cago. Y si la cago, lo hago bien fuerte, ya que estoy...
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