Ayer decidi darle un poco de rumbo a mi estomago y hacer algo diferente; salir de la langosta termidor, las angulas, el caviar con crema agria y el foie micuit, ya sabeis, lo que suelo comer tanto cuando libro, como cuando como en el trabajo. Y como llevamos ya tres semanas ofreciendo en el brunch (aunque el que mas y mejor lo hace es mi compañero Roberto, con esas historias sobre la coliflor de su madre, o algo asi...) una crema con roquefor, y ahora tambien va en el menu, de tanto olerlo, recorde aquellas bilboko jaiak en las que hice la pasta al queso azul con pollo y champiñones. Y me vine arriba. Un culin de whisky, una pechuga de pollo (o media, segun lo mires), champis, y roquefor. Joooooe vaya festin para el paladar. Y para los bomberos, porque aquello de flambear con media botella de whisky, tiene sus consecuencias. Y el asunto no es mas que un pecado capital: la avaricia. Flambeas con un poquito, y no sabe... Flambeas con otro poquito, se churrusca y no sabe... Le echas cinco litros, le prendes fuego, aprovechas para quemarte a lo bonzo, depilarte las cejas, los brazos, te haces la brasileña, usas como leña los muebles de la cocina..., y no sabe!
Nah, la verdad es que si sabia, y muy rico. Y el resto de materia, no sabria decir la cantidad, pero solo por la de whisky, ya me dio para comida y cena ;p
sábado, 17 de noviembre de 2012
La queimada
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