El otro día abrí la nevera y me puse a llorar. Un limón verde con tiznas azules, un par de envoltorios con aroma a jamón, y una cuña de queso que suelo usar para calzar las puertas a la hora de ventilar la casa. Decidido: tenía que ir a comprar.
Cuando me pasé por la carnicería de mi querido Manolo y vi toda aquella oferta gastronómica, quedé aturdida, y en lugar de desmayarme ante la presión, me envalentoné. Vi un muslo de pollo, y fue mi perdición.
Previa súplica de que le arrancara la piel (después de que un campilobacter coli, que suele tener chalets o pisos de lujo en la piel del pollo, arrasara mi sistema digestivo, soy bastante sensible a ella, y le he puesto una orden de alejamiento), me fui de la mano (o del muslito) de mi querido Pancho Cerezuela (asi le llamé), y llegamos a casa.
A los miembros amputados de un pollastre joven, hay que cuidarlos. Un buen zumo de naranja como baño, y un chorrete de patxarán para ahogar las penas. Y se nos fue de los muslos... Digo, de las manos. Entre tanta pasión alimenticia, el frío de la cámara y que había sido un amor a primera vista muslo-estómago, decidí alargar el crudo momento en el que nos separaríamos.
Ayer me despertó un aroma. Aroma a muerte. Era Pancho en semidescomposición. Maldita sea, ¿por qué me has abandonado?. Está bien, era demasiado tarde para culparnos de haber desperdiciado el tiempo... Ahí seguía Pancho, en pleno baño de naranja y patxarán cuando, sin pensarlo, le metí a los rayos uva. Al cabo de media hora, estaba crujiente, y había captado todo el sabor de las cerezas con que había adornado su féretro.
Un homenaje, como si de una boda se tratase, con algo de arroz (añádase un diente como ofrenda (de ajo, puede ser)).
Pancho... Te echaré de menos... Pero, ¡qué bueno estabas, cabrón!
Una linda historia de amor-odio.. Pero como osas quitarle el abrigo al pollo, con lo bueno que esta crujiente.
ResponderEliminarXD habla bien y mas de un difunto.
Gracias, gracias... Ya ves, malhablada en la vida y en la muerte xD
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