Parece fácil decir que uno, es uno mismo. Pero resulta que día tras día te vas perdiendo. Sin darte cuenta, te vas pareciendo más a otros, y cada vez menos a ti.
Hoy lo he visto claro.
Con mi nuevo horario de esclavitud laboral (12 horas partidas en dos, con tres cuartos de hora de desplazamiento cada vez que voy o vengo), poco tiempo me queda para cocinar en casa (impensable cinco días a la semana), y cuando puedo, ni tengo ganas de hacerlo.
Sin embargo, parece que hoy era condición sinecuanon cocinar. Después de tanto tiempo sin hacerlo, y tratando de pensar en una receta para el concurso de quesos, una tragedia ha ocurrido, que ha cambiado mi rumbo.
Hoy he recibido la noticia de que uno de mis más aferrados confidentes, mi amigo y mi guía, mi futuro maestro de artes desconocidas, se ha marchado para no volver.
El duelo consta de muchas partes, ya lo sabéis, y yo debí entrar en modo negociador...
Tras rociar Madrid en lágrimas, cuando he visto cómo me arrebataban la poca motivación que me quedaba al arrebatármele a él, he decidido buscar otra rápidamente para sustituirla. Y cláramente ésta era el concurso.
No os miento si os digo que llevo meses pensando en qué presentar. Le daba vueltas y vueltas a una idea que no tenía pies ni cabeza, sin continuidad ni sentido alguno.
Mi creatividad por los suelos, mis ganas no existían...
El seguir insistiendo en que pasaba una mala época, carece ya de sentido, y desde luego no es excusa inexorable de mi falta de respeto por mi misma y la cocina. Inaudito descontrol del blog...
Día tras día, concibo en mi mente cómo sería volver a la cocina... Salir de una vez de la pastelería y hacer algo que estuviese en armonía conmigo. Que sintonizase conmigo.
Y ahora, que elegía con mi hermano el menú de navidad, escogí el pescado, como tantas otras veces en mi vida.
Y es que la decisión que tomé hace ya cinco años, sigue latente. Traté de darle la espalda por un sueldo fijo al mes, pero éso ha estado a punto de matarme.
La gente se mofa de los que dicen que la cocina les recorre las venas. Creo que hacía mucho tiempo que no me sentía tan en paz conmigo misma, como durante el día de hoy, que ha seguido a la "magnífica" noticia de la pérdida. Hoy he vuelto a untarme de huevo hasta los codos. He rociado la cocina con pan rallado, he calentado aceite, he hecho crepes y bizcochos, he pensado recetas, he dado vueltas a platos, he conseguido algo que homogeneizaba sabor y textura en una sola cosa. He hecho exactamente lo que quería hacer.
Al pensarlo, una lágrima me recorre la mejilla. Me había dado la espalda. A mi y a la Dianos Cook que tengo dentro.
Siempre le tuve envidia, porque hacía lo que quería. Y es curioso que le conociese en el momento en que giré la cara a mis obligaciones, por hacer lo que realmente necesitaba hacer. Él me alentó, como en tantas otras ocasiones, a seguir el camino de mis sueños. Y en eso, nunca dejará de ser mi mentor...
Hay veces que, al convertir la vocación en el trabajo, entran en conflicto, y se acaba perdiendo la vocación...
Totalmente cierto
ResponderEliminar