Ah... El mercado.
Cuando empiezas en la escuela, todo el mundo te dice que un buen cocinero adora ir al mercado. Ir, tocar, oler, lamer... el producto... Bueno, a lo mejor no lamer, pero...
Así es, esa relación directa proveedor-cocinero que tanto une. Y es que un buen vendedor, acabará haciendo el plato por ti. Podrás decirle lo que quieras, suplicarle que se calle... Pero él te dirá cómo hacer ésos guisantes que acabas de comprarle, con una receta insuperable que no es la tuya. Pero a lo mejor te da una idea, ¡ándate!.
Desde que pasé mis seis meses de "dedicamiento" oficial a Dianos Cook y conocí a todos esos simpáticos "mercaderes" de Deusto, en Bilbao, nada fue igual. Mi querido carnicero, cuyo nombre he olvidado, y cuya foto no encuentro en ninguna parte, me ayudaba muchísimo a escoger el mejor corte para la receta que me disponía a hacer. Y mis compañeros de piso, para los cuales cocinaba, si recordáis los que me leíais por aquel entonces, agradecían el "economismo" o economía de sus productos.
Lo bueno de ir a comprar al mercado, es que nunca se pierde ese trato cercano y animado, esas sonrisas, y esa cercanía al producto.
Aquí en Madrid también he tenido muy buenas experiencias, tanto con el mercado de Villaverde alto, donde antes vivía, como con el de Pacífico, que es donde llevo viviendo más de un año.
Hoy, para recordar los viejos tiempos, he ido a comprar un par de cosillas, ya que después de todo aquello de la mudanza, mi frigorífico tenía poco más que pelusas e insectos arácnidos, y no me ha dejado indiferente.
Aunque ha sido la primera vez que probaba suerte en pacífico, he quedado maravillada. Me he dado un par de vueltas, y en seguida he sabido a quién dirigirme.
El carnicero, Salva, canturreaba mientras se peleaba con un "cacho-vaca" más grande que él, y un frutero al lado suyo limpiaba con aínco cada esquina de su puesto.
Los dos me han dado una atención y un producto excelente, el primero avalado por la carne (he visto un par de envoltorios por ahí) de Grupo Norteños, con los que ya he trabajado aqui en Madrid.
En general, una experiencia más digna de recordar, un frigorífico a rebosar, apenas diez euros menos en la cartera, y una sonrisa estupenda en la carita. Ahora vamos a ver si le sacamos partido a lo que hemos comprado :)
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