Cuando era pequeña e iba a comer por ahí (éramos una familia bien), recuerdo que siempre me preguntaba cómo en los restaurantes les salían cosas tan súmamente buenas que, cuando yo intentaba hacer, sabían a pies.
Y las cremas era una de mis mayores balas perdidas. ¿Cuál era el ingrediente secreto? Fuese cual fuese, ésa era la clave.
Y poco a poco fui creciendo, y llegué a la escuela de cocina.
Y después llegué a Kikara, donde, de aperitivo, se servía una crema de cebolla. Mi jefe (que ahora recuerdo con una tremenda nostalgia) no nos dejaba "pasar de probar" algo. Era absolutamente necesario, y ay de tí, si no lo hacías. Hasta aquel entonces, odiaba la cebolla. La caramelizada, la crema...¿da? o cremosa, la asada, la pochada... Todas. Pero allí aprendí el valor de los sabores.
¿Comida de personal? Solo un plato. Si tenías hambre, éso es lo que había que comer.
¡Disciplina! Es lo que nos hacía falta por aquel entonces.
Pero reconcentrándonos en la cebolla (a ver si disimula, y pensáis que las lágrimas que recorren mi mejilla, es por sus vapores...), aquel día me obligó a probar aquella crema. Vaya. Jamás había imaginado que pudiese gustarme tanto. Cada día que me tocaba hacer aperitivo, la hacía, como recuerdo al punto en el que mi vida culinaria cambió.
Tenía sus secretos; todas las cremas los tienen. Y es que una crema consiste en una hervida de varios elementos triturada, lo que suele contener agua en mayor o menor proporción.
Indudáblemente una crema tiene que saber a su elemento principal: si es de cebolla, a cebolla, si es de calabaza, a calabaza. Pero los sabores fuertes pueden disimularse, para ser capaz de comer esa verdura (por ejemplo) que tan atravesada tenemos, y no echar "las rabas" (del aperitivo).
¿Maneras de suavizarlo? El agua no es una opción. Y menos si es el agua de cocción. Allí se pierden miles de nutrientes del ingrediente en cuestión, pero a la vez que el agua diluye su sabor, todas las partículas de ese ingrediente que, a su vez, están diluidas en ella, aportan sabor. Asi que nos quedamos igual, pero con nutrientes verduriles. Hm... ¿Qué podríamos hacer?
¿Qué tal un poco de leche? ¿Un poco de nata? ¿Un poco de caldo de pollo alegre en sal? O mantequilla.
No es la primera vez que veo hacer (y que yo misma hago) un pochado previo de las verduras a cocer para la posterior crema, en mantequilla. Porque le aporta un sabor más dulce. Bueno, semierror. Mientras las verduras se pochan, la mantequilla se degenera, e incluso pierde cualidades organolépticas, convirtiéndose en, si acaso y con suerte, mantequilla avellana. Si no, simplemente será mantequilla quemada cuando alcance los 130º . Cogerá un tono horripileiro y tendréis que tirar vuestra crema por el balcón, quemando la cabeza de algun vecino, si vivís en un sexto.
Asi que, ¿qué tal si añadimos esa mantequilla mientras trituramos? El sabor no cambia, y no tapa ninguno otro. ¿Y la nata? Al final. Y también soy partidaria de echar poca sal al principio y corregir después (siempre en caliente). Así me enseñaron. ¡Compartid con nosotros vuestros trucos para una crema perfecta!
Y un postdata. A todos vosotros, que me leeis y veis exclusivamente para criticarme posteriormente y reiros en grupito, seguidlo haciendo, ya que veo que soy lo único que os quita el amargo de vuestra aburrida vida, la cual os pasáis criticando a los que se confunden, sin ver que vosotros no dejáis de meter la pata.
Y a todos los que también os parece mal esta apreciación, acepto vuestra opinión, pero aceptad que este es mi blog, y colgaré lo que me de la gana; como si quiero colgar las bragas. Muchas gracias :)
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