Hoy me he levantado rebelde. ¡Y con razón!
Estoy harta de que las cosas tengan que ser como son porque nadie se ha planteado cambiarlas.
¿Que de qué hablo? Pues claramente de los filetes de lomo de cerdo, ¿de qué otra cosa podría ser?
Y es que cada vez que voy a la carnicería, me pongo negra. Los filetes de pechuga de pollo tienen esa asquerosa forma como de ojo raro, y los de cerdo, ovalados.
¿¡Por qué?! ¿Y si los quiero octogonales? ¿Y si los prefiero cónicos? Vale que un filete cónico es algo complicado, pero ¿acaso no hacemos espumas de aires de proteínas de esferas verdes que cambian de color en el aire mientras las sopla un marciano?
Ay... Es que somos así de conformistas. Yo ya no. Yo entro en la carnicería como un puzzle de armas tomar.
- Manolo, ponme una pechuga
- ¿Te la fileteo?
- ¡No oses!
Así de crudo es, amigos. Hay que hacerlo así. Hacer saber quien lleva los cuchillos.
Se que os costará; no es algo fácil de llevar cuando tu carnicero te mira acuciante desde el otro lado del mostrador con una media luna que sin dudar podría sesgar tu cabeza en cinco (partes cónicas) o muchos filetes con forma de ojo raro.
La última vez que fui a la carnicería, fui clara.
- Dame lomo de cerdo.
- ¿Te hago filetes?
- ¡No te atrevas!
Y ahí saqué mi cuchillo arcos de 45 cm, batallando en lucha a muerte con su media luna. Por suerte, el lomo llegó intacto.
Y hoy, he decido poner la parte por la que se suele filetear, pegada a la tabla, y cortar en perpendicular a lo normal. Porque yo soy así. Porque soy reivindicativa. Porque soy rebelde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario