viernes, 30 de septiembre de 2011

Gin show, Hotel Puerta de América, Madrid

Ayer, 29 de Septiembre, se daban cita en el Hotel Puerta de América (conocido por algunos por ser el hotel más colorido de Madrid, por otros por ser sede de los restaurantes Lágrimas negras y Fuse) el Gin Show, que viene directamente de Sitges.
Por primer año se celebra en la capital de España, y cómo no, en Diano's Cook no podíamos perdérnoslo.

Nos enteramos porque el mismo Nacho Espadas, el manager de Drinks Marketing Group, nos invitó mediante facebook.

Qué mejor oportunidad de adentrarnos en el mundo de las ginebras que ésta. Por alli pudimos ver caras muy conocidas de la coctelería, como Tupac, de Bar Concept, Carlos Moreno, de O´clock y Luca, de Dry Martini, entre otros.
También pudimos encontrarnos con cocineros, gracias a dios, como Pepe Gorines, de Cilantro Gastrobar, Alejandro Pérez, de Europa Decó, y una servidora, de Ramses.
Y por supuesto, caras conocidísimas de la prensa gastronómica como María Forcada.

Muchos stands donde informarse de los distintos botánicos que componían las ginebras, mucha gente interesante con la que hacer negocio, y muchas ganas de aprender.
Las marcas que pudimos encontrar, entre otras, fue la conocidísima Sweepes (con saquitos de botánicos de sus respectivas y nuevas variedades) y Nordic Mist (presentando su novedad Blue, más amarga y astringente) del lado de las tónicas.
Hendricks, Bulldog, Beefeater 24, Larios y Rives, como marcas de ginebra más conocidas por "la prole", además de G'vine, Citadelle, Ish...
Y por supuesto no faltaron los siropes de frutas con los que marcarse un estupendo coctel: Monin, de la mano de Barkonsult y 1883, de Amer.    

El lado negativo, como siempre, lo tuvo la parte menos profesional del evento. Me sorprendió que a la entrada me preguntasen si era profesional o prensa, pero me dió buena espina, pensando, muy inocente, que a lo mejor sólo íbamos profesionales del sector.
Ver cómo los comerciales se desvivían en un principio por vender sus ginebras y como, horas después, tenían caras de asco por tener que aguantar a gente que solo fue a beber, sin importarle un pimiento todo lo demás. Sumando a ésto una mujer que cayó al suelo desplomada cercana a un coma etílico y a la que tuvieron que meter a rastras dentro del hotel. Fue de lo más triste.

Los comerciales, de hecho, acabaron tan frustrados que, cuando alguien verdaderamente interesado en sus productos se acercaba, pasaban olímpicamente de él y le ponían un gintonic.
Señores, no fuimos a beber gratis, ¡fuimos a aprender y negociar!
Cuánto daño han hecho los jetas que van símplemente a pasar el rato. Son los que hacen que estos eventos pierdan totalmente la gracia...

Aun así, con cara de ajo conseguimos sacar cosas muy interesantes, una ginebra con el physalli como botánico más sorprendente, y un agua artesanal de las islas Fiji. Os iremos informando.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Cómo cambian las cosas, los caminos de la vida

No hace mucho tiempo, estaba en Bilbao.
No hace mucho tiempo, trataba de labrarme un futuro en una de las escuelas más prestigiosas de Bilbao, luchaba por entrar en uno de los que fue y será el restaurante más importante del mundo para mi. Hacía una promesa, la promesa de no dejar que nada me desviase del camino que había elegido.
Las cosas han sido muy dificiles.

Siempre he tenido que escuchar que tengo mucha suerte, que la gente me hace caso, que me ayudan. No es cierto. Mucha gente me dió la espalda.
He tenido que luchar mucho para llegar a donde estoy. Para poder tener la carrera que tengo; para poder decir orgullosa que marcharme a los 17 años de casa fue muy duro, aunque me niegue a admitirlo, pero mereció la pena.

Mucha gente dice que le gustaría ser como yo. Ser como yo no es nada fácil. Me castigo mucho. Cada error lo considero una caída, aunque en frío me sirva para aprender, nunca me perdono repetirlo.

Me condené al peor de los castigos durante meses por haber perdido la esencia de mi misma en un trabajo que desmoronó todos mis escudos.
Una frase de mi entonces jefe, hoy cobra sentido: "Un día, cuando no os exijan lo que yo os exijo, os vereis con el delantal lleno de manchas, barba de días, y la partida sucia y desordenada. Entonces sabréis que os habéis perdido."

Y asi fue, el día llegó. Pero como digo, siempre hay alguien, por lo mal o lo bien que lo hace, que te hace despertar.

Ayer mismo, tuve la suerte de coincidir con una persona que, con 23 años, pisa y escupe a cualquiera de las que hay en el restaurante. Lleva desde la misma edad que yo en la hostelería, y no ha perdido ni un ápice de ganas, ni un ápice de ilusión y de trabajo limpio. ¿Su trayectoria? Equiparable.
Lo que aprendí solo mirando su actitud, mirándome en el espejo que me brindaba, me hizo despertar.

El que los demás hagan las cosas mal, no hace que yo tenga que dejar de hacerlas perfectas. La perfección sigue siendo mi meta primera y única. Eso es lo que importa y sobre todo, lo que nunca tiene que dejar de importar.

Ahora que he visto la situación real, y que he podido comparar con alguien ajeno a la hostelería y que lleva muchos más años que yo viendo lo que ahora yo veo, puedo sacar la conclusión final, la importante:
Todo lo que he hecho ha servido para avanzar. Las disputas, los disgustos, cada quemadura y corte, cada enfado, cada vez que me eché atras y volví a dar ese paso. Quien no se equivoca es porque no lo intenta. Y yo quiero intentarlo, con todas mis fuerzas.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Camareros (I)

Si no pierdes los nervios, has ganado.

Las peleas entre camareros y cocineros, son, desde hace milenios, cosa del día a día.
Asi pues, si véis a un cocinero con un cuchillo, y un camarero gritando como un energúmeno, no os asuste.
El asunto está en la rivalidad que se forma cuando los camareros piensan que son el centro del restaurante cuando no tendrían nada que llevar a las mesas en caso de que los cocineros no cocinasen.

El otro día tuve una gloriosa conversación un tanto subida de tono con una camarera.
Se dedican a venir a la cocina una y otra vez a pedir cosas, quizá ingredientes de carta, vinagretas o salsas de carta, etc. Y estaría bien si fueramos TODOS los que consumiésemos éso. Pero, ¿cómo te sentirías si, cocinando y emplatando todos los días algo que te encantaría comer, no solo no lo haces, sino que encima se lo tienes que dar a otras personas que tampoco deberían poder comerlo?
Ese complejo insano de superioridad que tienen algunas personas, que piensan que el mundo está a sus órdenes...

El sujeto que calificaré como Uno en esta nueva sección, no tiene otro nombre. Verdaderamente ni se cual es, ni me interesa lo más mínimo.

Esta sección va a consistir en SANAR a esa gente enferma de poder mediante palabras y nada más. Se puede conseguir.

PERSONAS IMPLICADAS:
- Persona 1 (sujeto de estudio, camarera de unos 30 años, que hace gala de sus "atributos femeninos" hasta límites desagradables y que pretende ser el centro de atención, pensando que el mundo debe estar a sus pies, y que los demás existen para cumplir sus deseos)
- Persona 2 (cocinero que habla y entiende muy poco de español, de unos 40 años, una buena persona)
- Persona 3 (cocinera que tiene las cosas muy claras y tiene "el culo pelado" de estas historias, de 20 años)

SITUACIÓN:
- 1: Oye 2, no queda comida de personal, ¿me puedes hacer a mi y a otros dos camareros unas pechugas de pollo con una ensalada o... no se, lo que se te ocurra? (Mientras 2 se dispone a sacar ésas pechugas, 3 se precipita a la sala donde come el personal para comprobar si es cierto)
- 3: Para 2, hay comida. Que no le guste es otra cosa, pero haber, hay. (Aparece la primera y segunda de cocina, y ante la situación refuerzan el no de la persona 3.
Al rato 1 aparece fugazmente por la cocina con un plato repleto de comida que estaba guardada en las cámaras de cocina, lugar en el que no puede entrar)
- 1: Oye, ¿me vais a hacer éso o qué? ¿O comemos el plato ése?
- 3: Acaba de decir la jefa de cocina que no os hagamos nada. Hay comida en la sala, suficiente para los tres.
- 1: ¿Ah si? ¿Has ido a mirarlo?
- 3: Si, y la jefa ha comentado que no os hagamos nada, porque hay comida. Además acabas de coger un plato de donde te ha parecido bien y te lo has llevado. Asi que márchate.

- 1: ¿Ah si? ¿Has mirado a ver si hay algo alli?
- 3: Te repito que si, y que la jefa nos ha prohibido que te hagamos nada. (Márchate antes de que las cosas se pongan feas...)

- 1: ¿Pero tu quién eres? ¿Por qué te metes en esta conversación? Estoy hablando con 2, no contigo. ¿Cuánto tiempo llevas aqui, eh? Él lleva más tiempo, sabrá mejor lo que hay que hacer (Empieza a elevar considerablemente la voz, va frente a 3 y comienza a señalarla con el dedo índice en señal de amenaza)
- 3: Te suplico que reconsideres éso. Acabo de hablar con la jefa de cocina. Éso es lo que a ti te importa, y no cuánto tiempo lleve aqui. (Se altera)

- 1: ¡Tu no sabes nada! (Grita) ¡Siempre cojo mi comida a la hora, nunca os he pedido nada! (mentira) ¡Joder, llevo un día horrible, cuando he llegado la barra estaba llena de mierda y me ha tocado limpiarla a mi! ¡Y luego llego y no me dais comida!
- 3: Te repito que tienes comida alli, y acabas de cogernos un plato de lo que te ha parecido... Tus problemas laborales o personales no son de mi incumbencia, solo lo es que no te vamos a dar más comida, porque hay.

- 1: ¡Yo no pienso comerme esa basura! (Ya ha perdido los nervios, y la partida)
- 3: Verás, "esa basura" es la que he comido yo, y la que ha comido él. De hecho es la que ha elaborado él. Lo hemos comido todos, ¿te crees especial? No lo eres. ¿Qué quieres comer? Háztelo tu, en tu casa. Mientras, respeta el trabajo de los demás.

- 1: ¡Pero déjame en paz, joder! ¿Me vas a hacer éso, o no? (mirando a 2)
- 3: Creo que éso ya te lo he respondido...

- 1: ¡Pero! ¡Se lo estoy preguntando a él!
- 3: Márchate. No vamos a prepararte absolutamente nada. Es mejor que te marches. Mírate, has perdido los nervios, te has hundido. Ni siquiera me estás escuchando.

FINAL:
Durante años, has despreciado el trabajo de los demás, hablando solo de lo que tu haces, y provocando en los demás úlceras de estómago por tratar de respetarte y no contestarte lo que todos querrían.
Ahora, te encuentras con una persona que realmente te planta cara, y te has venido abajo.
Es muy fácil ser fuerte cuando todo el mundo te respeta, ¿verdad? Pero la clave está en saber hacerse respetar. Cuando pierdes los nervios de semejante manera en una batalla y empiezas a gritar, lo que gritas a tu enemigo en verdad es "me has vencido".
A partir de ahora respetarás a las personas superiores en rango a ti, por muy jóvenes e insignificantes que te parezcan.
Nunca sabes con quién estás hablando. Será mejor que aproveches esta oportunidad de redimirte.