martes, 2 de agosto de 2011

Gajes del oficio

Llega un día en el que te miras al espejo y dices... Hoy me voy a comer el mundo.
Vas a ver a un par de cocineros para pedirles trabajo, unos chicos de fiar; confías ciégamente en ellos, y darías todo por trabajar a su lado.

Ese día, cuando te atreves a ir a mendigar trabajo a un restaurante de lujo, confías también en tí misma, y piensas que podrás con lo que te echen.

Pero llega el día en el que un servicio ligéramente movidito hace que pierdas los nervios y la razón.

Ayer volví a caer del cielo.
Supongamos que toda la gente de tu alrededor te apoya, tienes un grupo consolidado de amigos que dice lo que sea con tal de que tengas una sonrisa en la boca.
¿Qué pasa? Que cuando te lo crees y te das el golpe, dificilmente puedes levantarte.

Lo se, lo se, me marché de casa con 17 años a una ciudad desconocida, a vivir sola y desamparada, a meter mil horas en cocinas, a dejarme la piel en cada plancha y en cada sartén. Pero lo hice por un sueño. También quise abandonar.

Lo se, estuve pringando como puta por rastrojo durante cuatro meses en una cocina en condiciones inhumanas, sacando cada día lo mejor de mi, pero lo cierto es que hacia el final, ya no lo hacía.

Lo se, hice mil llamadas, mandé mil mensajes para poder mover ésto, para dar a conocer el trabajo que había implicado Diano's Cook. Pero quería que ciertas personas se diesen cuenta de mi existencia.

Lo se, me he pasado meses haciendo recetas diarias y posteandolas: recetas fáciles, complicadas, patrocinadas, largas, cortas, con receta, sin ella... Pero lo hice para acaparar la máxima atención.

Me lo he currado, si, pero es lo mínimo que podía hacer dándoseme las oportunidades que se me han dado y queriendo como quiero, llegar a la cima.

Ayer habría roto cualquier espejo o cristal que reflejase quien soy. No era capaz de mirarme a la cara.
En medio del servicio, cuando ya era tarde para actuar, reparé en que el tomate que debía usar en la ensalada pedida, tenía más mucor que pasta mojada de hace dos semanas.
¿Lo peor? Anteayer ya lo había visto, pero como pude salvar trozos que estaban bien, lo olvidé. Imperdonable.

Aun recuerdo aquellos dos días en Kikara. El primero, mi primer sábado trabajando alli. Un revolcón de los buenos... El comandero lleno de menus que llevaba mi partida. Estaba sola. Y no supe pedir ayuda, porque quería enfrentarme sola.
Por mucho que me dijeron después, no escuché nada. Se que cualquier otro lo habría conseguido en mi lugar. Para mi no es una excusa llevar solo tres días en una cocina...

Aquel otro día, con un servicio de los de taparse el ano, me di cuenta con la comanda correspondiente a ese plato, que la crema de calabaza había fermentado. Coño, éso tuvo solución, la cámara estaba al lado, ¡podía reponerlo! Pero cuando la cámara correspondiente está en una planta cuyo acceso es mediante un ascensor que tarda 5 minutos en bajar, no te puedes permitir el hecho de quedarte en la mierda.


En fin, que un error lo tiene cualquiera si, pero siempre lo he dicho, yo no soy cualquiera, y trabajo en base a la perfección, porque es lo mínimo a lo que aspiro.
Cara de ajo, si, pero muy exigente.

Mi jefe me vitoreó un día, pero llegué a casa llorando. Para mi, lo que había hecho no era digno de vitoreo, si no de castigo. Ésa es la razón por la que ayer estuve a escasos momentos de despedirme.

Mi conclusión al respecto es que cómo me va a contratar un restaurante de lujo si no soy capaz de llegar a la mitad del camino a la perfección...

4 comentarios:

  1. Porque no hay nadie perfecto.
    Porque todo el mundo cuando empieza tiene muchos días en los que desearía no haberse levantado de la cama.
    Porque sólo equivocándote y con tu nivel de exigencia, llegarás a la mitad del camino de la perfección (que es donde están quienes tanto admiras).
    Cae-Levanta-Escala-Cae-Levanta-Escala-...y siempre es así porque siempre hay cosas nuevas a las que enfrentarse.

    ResponderEliminar
  2. Repetiré un tópico que he escuchado en mil bocas, palabras de perfectos "fracasados" como Adriá, Santamaría, Dacosta, Aduriz o Carme Rusacadella, por citar sólo algunos y sólo de tu gremio: "Supe fracasar, sólo así pude triunfar".
    Apenas te he leído un par de cosas. La segunda este segundo post de Agosto. En realidad, llegué aquí por un error técnico, lo que me hace dar mordiscos de alegría ante la oportuna causalidad. Gracias por ofrecerme esta noche un plan rotundamente mejor: 303 post Dianescos que me fuí perdiendo en el camino.

    ResponderEliminar
  3. Éso también es verdad, muchas veces para triunfar, primero tienes que haberte metido una buena galleta.
    Muchas gracias Alex; si te ha gustado, me alegro un montón de que me encontraras "por un error técnico".
    Espero que sigas por aqui, entonces :)

    ResponderEliminar
  4. No he pedido evitar comentar este blog despues de leerlo.
    La perfeccion no existe, no aspires a ella, decia Dali.
    Para saber que es el triunfo o algo aproximado a la perfeccion, deben haber antes mil errores y fracasos, la cocina no deja de ser ciencia: ensayo, error y acierto
    A mas ensayos, mas errores, pero vendran mas aciertos.
    Este estupido mundo de la cocina es lo que tiene, jajajaja.
    Y la gran pregunta... Que es el triunfo? Un gran servicio? Un gran plato?
    Si duermes todos los dias orgullosa de lo que haces, eso, querida Diana, es un triunfo, lo demas son momentos de euphoria y ego.
    Un fuerte abrazo desde Dubai

    ResponderEliminar