domingo, 29 de mayo de 2011

Tupinambur

Pretendíamos seguir nuestro ya tradicional sistema de informarnos en los libros de Harold McGee e interlazar un poco con la información de internet... Pero cual ha sido nuestra sorpresa: este pequeño tubérculo no aparece en ningún lado.

Los pocos artículos que hacen referencia a él parecen estar escritos en chino (en lenguaje muy pero que muy plantístico y herbáceo)

Hemos llegado a pensar que estabamos soñando y en realidad son producto de nuestra imaginación... Pero llevamos ya mucho tiempo cocinándolos como para pensar éso... Por si acaso hemos tenido el detalle de dejar nuestros brazos absolutamente morados a base de pellizcos para comprobar que no estabamos en mitad de la oniri...onir...oniriquez.


Asi que fijaos por donde que por una vez vais a tener que aprender única y exclusivamente de Diano y sus conocimientos. Y son basados méramente en la experimentación con este tubérculo tan majetón.

Lo primero que tenéis que saber, para irle conociendo es que, al igual que ocurre en la patata, su cáscara es comestible, por ejemplo frita.
Lo segundo: la primera vez no os va a gustar. Ni la segunda. Quizá la decimoséptima tampoco. Y es que su sabor no secunda precisamente la definición de "agradable al paladar". Es amargo. Pero amargo, amargo.
En el primer roce con el paladar recuerda a algo rancio, y después tiene toques a espárrago.

Una peculiaridad de este tubérculo es que se oxida. Es una prueba que hicimos con los nísperos, por ejemplo, pero que no se nos había ocurrido hacer con este ingrediente; fue más un olvido que un experimento. Pero el caso es que una vez cocidos y dejándolos en su agua de cocción (que es amarilla en un principio), ésta pasa a ser negra, a la par que la carne del propio tupinambur (ahora que lo estamos pensando, la patata también se oxida, asi que menuda peculiaridad de mierda jaja)

Una muy buena opción es hacer con ello una crema, con cien kilos de nata, ya que así tendrá un estupendo sabor a nata. Pero... ¿Creeis que asi deja de ser amargo? Pues no, sigue sabiendo amargo, solo que en vez de seguir recordando a su sabor esparraguil, solo sabe a nata.

Aqui tenéis que plantearos una cosa: a algunos les pirra el cafe solo. Yo no lo aguanto, porque me resulta demasiado astringente y muy muy amargo. Pero lo mismo puede pasar con el tupinambur, quizá a alquien le encante y me esté mirando con el ceño fruncido... ¿Solución? ¡Probadlo! Si lo encontráis, claro...

Usadlo como patata, en un guiso (con algo que anule, al menos parcialmente su ranciedad), frito, en ensalada cocido... Experimentad :)

Quiero agradecer su ayuda a Francis, que fue quien me lo consiguió, en tiempo record, como siempre.

1 comentario:

  1. A mi me has dejado intrigado... voy a ver si me hago con el tubérculo en cuestión

    ResponderEliminar