domingo, 19 de mayo de 2013

La cocina de mi abuela

Hoy me alejo un poco de los fogones, tan solo para recordarlos en otro tiempo.
No hay foto, porque hoy lo que importa, no es la imagen de hoy, sino la de ayer...

Recuerdo aquellos días en los que mi abuela me cuidaba. Siempre estaba deseando ir a su casa, para merendar aquellos bocadillos de pan crujiente y chocolate con leche. Escondía las tabletas de chocolate en una de aquellas latas antiguas en las que venían los cereales y el colacao. Con dibujos de amas de casa rubias sonrientes y con un delantal-faldón con puntillas.
Mi abuela me guiñaba el ojo mientras me preparaba aquellos bocadillos (no todo el rato, porque habría parecido tuerta, y no lo era) y me decía: "No le digas a Mamá, ¡que me mata!"

Luego estaban aquellos paseos, siempre ligados a la comida, en los que íbamos a alimentar a los patos con pan duro (que acabábamos comiéndonos nosotras, nos encantaba), y lechuga (mis primeros "servicios" de catering, ¡fueron con ella!). Aun recuerdo vívidamente  aquel día que pasábamos por una frutería en la que tenían unas lechugas fuera, en unas cajas, y ella entró a preguntar si nos las podíamos llevar para dárselas a los patos (pensábamos que eran para tirar, ¡estaban medio podridas!) y el frutero nos atravesó con la mirada. ¡Salimos de allí corriendo! 

El momento de ingerir, sea la hora del día que sea, y pese a ser cocinera profesional, no es mi preferido. Pero ella siempre consiguió hacer honrosas excepciones en esos momentos. A base de bocadillos de chocolate, de jamón fresco que compraba mi abuelo, y de pan duro "para los patos", conseguía mantenerme con vida cuando tenía que cuidarme. Pero éso no era lo único... Era una cocinera de las buenas, de las antiguas... De las abuelas.

Qué decir de sus croquetas de cocido. ¡Eran únicas! Tengo un recuerdo anidado en el paladar, que por muchas otras que pruebe, ¡no podrá borrarse!

¿Y sus huevos fritos? Odio las puntillas, me parecen asquerosas, y ella lo sabía, pero la daba exactamente igual... Claro que si, ¡de ella aprendí la cabezonería! El butano al máximo, el aceite a punto de prenderse fuego, junto con el resto de la casa, y lanzaba los huevos. ¿Puntilla? ¡Todos ellos eran puntilla! Pero me los comía, porque los había hecho mi abuela.

Y cuando fui un poco más mayor, vinieron los sandwiches. Mi abuela se compró una sandwichera, y me dejaba ayudarla, porque ya llegaba a la mesa :) Tras un par de semanas allí  no cejé mis intentos, hasta que no tuvimos una sandwichera en casa también. ¡Pero qué ricos! En su casa, todo sabía diferente, todo olía diferente... Era como estar de vacaciones de mi vida.

Me encantaba meterme en esas sábanas de flores de franela que tenía... Me encantaba ver la tele con ella, y que censurara las partes verdes de cualquier cosa... Me encantaba sentarme en el suelo de su casa, que siempre estaba calentito por las tuberías de la calefacción central. 
Me encantaba despertarme por la mañana y preparar el desayuno con mi abuela, e interesarme por "esa cosa tan rara" que ella desayunaba. Me encantaba que nos atiborrásemos a juanolas como si no hubiera mañana, mientras hacíamos sopas de letras, jeroglíficos, concursos de dibujos y jugábamos a las cartas. 

Me encantaba ella, y me encantaba la pasión que le ponía a cada cosa que hacía cuando estaba conmigo. Y me encantaba su humor. De ella he intentado aprender a sacar una sonrisa hasta en los momentos más difíciles. 

Aunque hayan pasado dos años desde que se marchó, y hoy los hace, aun no me creo que esté aquí, y ella ya no. Pero se que, esté donde esté, estará bien acompañada, y sonriente.

5 comentarios:

  1. Que bonito, me ha emocionado.

    ResponderEliminar
  2. y que buenas economistas!!!

    ResponderEliminar
  3. me llamo luis arroyo y todavia recuerdo las patatas con carcasas de pollo (huesos) hoy se lo dan a muchos perros, pues esas patatas eran las mas buenas del mundo , cuando ibamos al pueblo preparava una cangrejada con los cangrejos del rio y con lo que sobrava lo trituraba y hacia una sopa de marisco fantastica, y con el pan sobrante migas no se tira nada decia. lo dicho las mejores economistas , un beso

    ResponderEliminar
  4. Muchas gracias al primer anónimo, ¡me alegro de que te haya gustado!
    El segundo anónimo tiene toda la razón, ¡ellas aprovechaban todo! Hoy en día tenemos mucho que envidiarlas :)
    Luis, ¡qué bien tenerte por aquí! Así es, ahora por darle las sobras a los perros, o simplemente vagancia de pensar, a la basura, cuando si lo aprovecháramos, sacaríamos platos tan buenos como antaño ellas. Lo malo es que la gente cada vez tiene menos tiempo, y quiere cosas ya preparadas, como caldos (que no tienen nada que ver con un buen fondo de carcasas), sofritos, y demás. ¡Es una verdadera lástima!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. gracias a ti ya estaremos en contacto por aqui y por el facebook. luis

      Eliminar