Hoy vamos a hablar de un lugar de referencia en Bilbao. 
Visto por fuera parece mítico bar de viejetes, pero cuando entras, te das cuenta de que es mucho más que eso. 
Los camareros son encantadores, ya vayas muy a menudo o sea la primera vez que entras por alli.
El  comedor es pequeñito, con cabida para unas 25 personas, pero el  servicio es inmejorable. La comida es mítica de menú del día, pero muy  currada, sabrosa y barata, que en estos tiempos de crisis al final es lo  que importa, comer bien y sin dejarte los dientes (ya sea por un arroz  crudo, que sea la última moda, o porque no te llega para pagar la  cuenta).
En contraposición con el  Nicoletta de Madrid, aquí el camarero vino cuando estábamos cercanos a  acabar el segundo, nos preguntó que si habíamos terminado (nos dimos  cuenta de que llevaban un rato cerrando) y cuando vió que aun  pinchábamos las últimas patatas, se disculpó y se marchó.
Asi pues, aunque querían marcharse ya, fueron adorables hasta el final, asi que nos embutimos la comida y nos fuimos.
Otro  detalle interesante fue que, con el vino, que entraba en un menu de 9  euros junto con pan y los tres platos, nos trajeron una botella de  gaseosa, una cosilla que hacía mucho tiempo que no veía yo, y fue de  agradecer. Hay que decir que el vino era malucho, pero qué quereis que  os diga, en un precio tan ajustado por comida de siempre, rica y muy  buenas raciones, no vas a pedir más!! Totalmente recomendable.
 

 
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