 
  Ultimamente voy a   muchos restaurantes. Pero parece que, cuando me ven sacar la libretita,  todos se empiezan a cagar por las patas y ya no son capaces de hacer  algo decente.
Hace poco hablábamos del  Gau-txori, y recuerdo haber comparado el servicio con el del Nicoletta  de Madrid. Aquel restaurante me traumatizó, pero ahora hay alguien más  en el podium: el Tagliatella de Bilbao. Y es que no puedo entender cómo  puede ir tanta gente a comer. 
Si os soy sincera, pagué 30 euros por dos platos para compartir que dejamos prácticamente enteros. 
De  primero, una “Insalata affumicata con vinagreta de frutas del bosque”,  cuya descripción en carta era: lechugas variadas (mezclum de bolsa),  langostinos (dos), gambas (tres, de un centímetro de diámetro), salmón  (ahumado, y una vez más pasado desde hacía un mes, picaba incluso),  cangrejo, maíz, anchoas (inexistentes) y tomate confitado (tomate crudo  partido en dos).
De segundo y último,  gracias a dios, porque poco más y acabamos en urgencias con una  intoxicación, "Pappardelle al pepenero casalinga", cuyos ingredientes  eran: longaniza (dos trancos que, desde luego en mi boca no entraban),  tomate (no sabemos dónde), queso (si, definitivamente la salsa llevaba  queso), albahaca (no se si podrida o cocida durante horas en la salsa,  podrida xD pero el caso es que he tenido que escupir desesperada tres  trozos porque eso parecía un chicle (podrido xD)), champiñones y  piñones. Pero se les ha olvidado poner que también llevaba trompetas de  la muerte. Ah, ¿que no llevaba? ¿y qué eran esos trozos negros duros que  había en la salsa (que solo sabía a champiñón aquesado o queso  achampiñonado)?
En fin, el caso es que hemos  tenido que sufrir la cara de vegetal del camarero cuando se ha llevado  la ensalada y más aun cuando se ha llevado la puñetera pasta, que encima  eran como unos tagliatelle gigantes (parecen las cintas ésas que llevan  las chiquillas a los juegos olímpicos) pegorroteados unos con otros  (para servirte tenías que servirte todo o cortar con cuchillo y  tenedor). Nos ha preguntado si no íbamos a comer más, todo extrañado. Le  hemos dicho que estaba incomestible y nos ha contestado que "No me lo  puedo creer. ¿Y no queréis probar suerte con alguno de los postres, un  café, un te...?" No gracias, ya me voy a gastar suficiente en ésta  basura, deberías invitarme, no se si lo sabes... Tras éste  interrogatorio se ha cubierto de gloria tirando todos nuestros cubiertos  al suelo y ha huido. 
Lo bueno es que al  menos el servicio es rápido, nos han puesto unas aceitunas como  aperitivo, nos las hemos comido, el pan y bebido todo el agua y media  hora después (a mi colega comensal le ha crecido la barba, parecía un  náufrago) ya nos han traído las tres hojas de lechuga mal puestas.
Sí, vamos, creo que voy a volver... Me encanta salir de un restaurante con más hambre del que he entrado.
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario