miércoles, 29 de junio de 2011

Huevo de rey, Calle zúñiga 21, Valladolid


Con Jesus Romero encabezando la gerencia, este gastrobar-restaurante es uno de los que más puntos Dianeros se lleva en Valladolid.


Antes de reservar, me convencí a mi misma para hacer las cosas bien: me acerqué por alli para conocer en persona a Jesus y conversar sobre el local y los menús.



El lugar cuenta con dos espacios totalmente diferentes: por un lado el gastrobar, en el que se puede degustar el menú "cucurril", el cual consta de tres platos muy bien presentados y elaborados, y platos sueltos, y por el otro el restaurante: un lugar íntimo y cómodo en el que pasar una gran velada con buena música y un servicio impoluto.


Si ha habido un lugar en general que me haya sorprendido positivamente, éste ha sido el Huevo de rey. La verdad es que hasta conocer a Jesus no había oído hablar de él, pero aun no entiendo por qué.


Con 71 euros raspaditos hemos comido dos personas para una semana. En la cuenta, un menu cucurril y un degus.


El menú degustación consta de 7 platos, entre los cuales hoy se encontraban:

  • Carpacio de boletus edulis y foie acompañado de unas tostas de pan (riquísimas, por cierto).
    Este plato ha hecho las delicias de mi paladar y me ha hecho adorar al cocinero nada más empezar ya que, para los que no me conozcais, amo el foie.
  • Ensalada de berenjena, calabacín, pimiento, bonito y tomate.
    La mezcla es un apuesta ganadora, más aun si la mezclas con una vinagreta suave y rica.
  • Mollejitas con langostinos y jengibre.
    El primer contacto con las
  • mollejas en mi vida y no ha podido ser mejor, con la compañía de estos macruros nadadores que tan simpáticos me parecen. Lo único que retiraría de este plato es el jengibre, ya que le aporta un toque demasiado fuerte que colapsa el paladar y cubre el sabor del resto de ingredientes.
  • Bacalao a baja temperatura sobre arroz negro y pilpil ligero y miel de trufa blanca
    Cabe decir que el bacalao, tras tres años viéndolo hasta en la sopa (¿zurrukutuna?) me tiene un poco asqueada, aunque este en concreto estaba en el punto exacto de cocción, con su melosidad característica. Lo que descarto del plato es, en cualquier caso, el arroz negro que yacía sobre la salsa, muy bien montado, en forma de disco, pero demasiado "hecho un pegote"
  • Sorbete de maracuya con coulis de frutas del bosque
    Pongo mi mano en el fuego y seguramente como en tantas otras ocasiones, acabe incinerada y con un muñón, pero juraría que el camarero aqui patinó de mala manera. Nos presentó el plato como un sorbete de maracuya con coulis de fruta de la pasión, lo cual, hasta donde yo se, es la misma fruta, y del mismo color, y desde luego no sabe a frambuesa. En cualquier caso, una buena elección para asentar el estómago y enjuagar la boca para pasar del pescado a la carne, aunque para mi gusto demasiado ácido.
  • Carrillera de cerdo con garbanzos fritos y shiitake
    Claro que si, con un plato con shiitake, ¿cómo no van a conquistarme? La carrillera es una de las mejores que he probado: perfectamente blanda en su interior, pero consistente en su exterior, lo que quiere decir que eres tu quien la corta y no viene ya desmigada y hecha un churro "de fábrica", como en muchos lugares.
    El shiitake le aportaba un toque impresionantemente acertado, mientras que los garbanzos, cuyo sabor me recordó bastante al de los churros de las ferias, quizá porque no estoy acostumbrada a comerlos, me desagradó bastante.
    En cualquier caso, la temperatura con la que me sirvieron el plato distaba en menos de tres grados a la de evaporación de la carrillera (estoy segura de que a tres grados más habría implosionado, convirtiéndose en polvo, fuego o aire), lo cual está estupendo, aunque mi paladar, lengua y labios dicen lo contrario por estar acostumbrada a comer todo frío.
  • Como postre, una degustación de postres consistente en un bicocho de café con helado de chocolate sobre caramelo líquido, leche aireada sobre mousse de chocolate, brownie blanco con trufa y sorbete de cerezas con gelatina de ron, zanahoria confitada y sobre sopa de coco
Lo que más me sorprendió del servicio de sala fue que entre plato y plato (cada uno de los siete, no se como al camarero no le dió un ataque de caspa), te pasan un recoge migas.
Además, al principio de la comida te dan a elegir entre pan castellano o de chapata, te decantan el agua (lo cual me ha dejado a cuadros, por cierto) y te dejan catar el vino antes de servírtelo (en copa diferente a la que será la tuya).
Con cada cambio de plato, te cambian los cubiertos, lo cual se hace ya en muy pocos sitios (todo esto último en general) Me hacían los ojos chiribitas de la emoción.


Si tienes 40 euros en el bolsillo te ruego que vayas a este restaurante en el que la vanguardia y el ambiente más acogedor e íntimo se funden en un único lugar (en todos los sentidos).







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