jueves, 9 de junio de 2011

La carolina de Bilbao. Estos tres años.

Cuando hicie la visita al obrador de Bizkarra, en Usánsolo, Bizkaia, Alberto me dijo que había tres cosas pasteleras que todos tenían que probar sí o sí antes de marcharse de Bilbao. Y dado que en breves haré éso, no he visto mejor manera de despedirme que acabar con el ciclo que empecé hace tres años con la tarta de arroz y el bollo de mantequilla; la carolina. (Aunque el pastel vasco, así por el nombre, yo creo que a lo mejor pertenece, al menos, a la zona).
He decidido adquirir mi preciosa carolina en su tienda del Casco Viejo Bilbaíno.

Tras estar todo el día de una punta a otra, unos minutos de parón y alimentación, como debe ser. Los últimos trámites papelísticos ya están hechos, así que parece que no queda otra que marcharse de aquí. Ayer miraba el calendario incrédula. Quedan menos de dos semanas.

  Justo cuando pasaba por el puente Euskalduna, ha comenzado a sonar esta canción de Melón Diesel, o Taxi, como prefiráis.

Recuerdo que era Abril, quizá Marzo. Acababa de hacer uno de los últimos exámenes de matemáticas que teníamos antes de la famosa selectividad, o como a algunos profesores les encantaba llamar, las "PAU".

En un principio iba a las jornadas de puertas abiertas de la escuela de Artxanda, en la localidad vizcaína del mismo nombre. Era en la que más confianza tenía, pero me desencanté nada más entrar.
Al día siguiente fuimos a Leioa. Un profesor, al cual luego conoceríamos como "un trapito por aqui- Iosu" me dijo unas palabras que dudo que olvide jamás: "Aquí se aprende haciendo.", para concluir "Los alumnos cocinan desde el día en que entran. Es la única manera de aprender."
No hizo falta escuchar nada más. Miré a mi madre. Ella ya lo sabía. Ése era el lugar en el que pasaría mis dos siguientes años.

Cocinera, ¿os lo podéis creer? Cuando estudiaba bachiller pensé varias veces en suicidarme. Vi mi vida conducida por un camino que odiaba. Solo de pensar en una vida monótona... Si no hubiese sido cocinera, habría estudiado psicología. Mirando universidades en Salamanca estaba. Pero sabía que escuchar los problemas de enfermos mentales no era lo que yo quería.

Cuando me vi obligada a pasar las tardes encerrada en la cocina, huyendo de la guerra que había fuera; huyendo de una verdadera pesadilla, supe que era lo único que era capaz de captar la suficiente atención como para distraerme, y la necesaria para poder conservar el estado de alerta.

Allí empezó un sueño. Esa misma tarde en la que hice una "leche de ajo" que tuve que tirar porque sabía a pies, supe que ésa era mi vocación.
Mucho costó convencer al mundo de que ése y ningún otro era mi camino. Que tardaría mil años en llegar, o medio, pero que allí estaría. Que dejaría la piel de ser necesario.

Este último año ha sido el más duro desde que llegué. Meses sin relaciones sociales más que con mis compañeros del restaurante, absoluta y continua falta de sueño, estres, y una responsabilidad tan grande como la que más. Pero nunca he sido tan feliz.

Me recuerdo a mi misma en mitad de mi primer servicio allí, con tempura hasta el codo, una gastronorm en una mano llena de antxoas, un cuenco con diez litros de tempura y pensando que me quedaban 10 comandas por marchar.
Omar me miraba desde un lado con una media sonrisa de orgullo. Creo que lo comprendió enseguida.
- ¿Puedes?
- Todo controlado.
Al final del servicio se lo dije. "Ha sido un servicio de mierda, pero me lo ha dejado más claro que nunca."
No me confundí.

Tres años, y lo digo con la boca llena (de carolina) y me marcho de aquí.
Del lugar que me vio crecer, me vio pasar de ser una cría de 17 años, a una personita que es capaz de gritar a proveedores tardones, de llevar una partida y, dadas las frecuentes bajas de todo el mundo, casi toda la cocina... A una personita que se muere por volver a los fogones que la parieron.

Cuando ella se marchó, quise marcharme con ella. Dejarlo para siempre. Pero lo único que me distrajo cuando sabía que había llegado el final, fue crear un pincho.
Ese pincho aun no ha visto la luz. Es demasiado especial.
Yo se que ella no querría que dejase ésto por nada. Sus último deseo fue ver mi restaurante en pie. Un restaurante de éxito.

Creo que ven el brillo de mis ojos cuando hablo de cocina. Creo que ven que aunque se me caiga un brazo, sigo. Creo que ven que es lo único que me motiva en la vida, que es mi definición de vida. Y que si no existiera la cocina, no existiría mi vida.




7 comentarios:

  1. Te mereces conseguir, lo que desees.
    Animo, y mucha suerte.

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  2. Da gusto mirar atrás y poder decir: "Mira lo que he hecho, hasta dónde he llegado" y que cada año puedas ir incrementando esa lista de grandes cosas conseguidas.
    Mucho ánimo y a seguir así.
    Besos

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  3. No te conozco y me has convencido...... me has convencido anteayer, cuando después de una amable sugerencia de un amigo feisbuquero, me pasé por tu blog y ....... ¡vaya sorpresa agradable!
    No pude menos que comentar: Esta chica es una crack...
    Chiquilla, con un espíritu así como el tuyo llegarás, claro que llegarás, no te importen los tropezones que te encuentres : Mira para delante y a por ello.
    Te deseo lo mejor y que se cumplan tus deseos.
    Besos, mi niña
    Isabel

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  4. Gracias, muchas gracias a todos :)
    Espero conseguirlo, hasta entonces seguiré luchando.
    Isabel... Me alegro un montón de que te guste, y muchísimas gracias por tu ánimo y el de todos :)

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  5. Muy bien Diana... Muy buena página.
    ¡Me convenciste que no hay otro lugar para ti!
    Yo tengo el doble de tu edad y comencé con la gastronomía a los 14 años trabajando en una panadería... En los giros de la vida hice de todo y un día pegué la vuelta. ¿Abogado, medico? No, nada de eso. Curse también la escuela de cocina y me creo eso del stress y todo lo demás, porque tuve que pasarlo. Pero a mí no me dejaban cocinar todos los días y los odié por eso. Me sentí estafado y finalmente me dije que o sería lo que quería ser o no sería nada. Y aquí estoy con mi más que modesto emprendimiento, aún tratando de abrir la ventana para ver el sol... Y solo se una cosa: "No me voy a detener, voy a seguir esta maravillosa profesión, pese a todas las dificultades". ¡Pegale pa adelante y transformate en una gran cocinera! ¡Un abrazo de este modesto amigo argentino.

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  6. Me encanta leer historias como la tuya, Gustavo, muchas gracias por compartirla.
    Muchasa veces hace falta salir del camino para ver las cosas desde otra perspectiva y ser consciente de que, fuera del camino, no hay ningun otro.
    Por muchos disgustos que nos de la cocina a veces, es porque nos importa; por eso hay que seguir luchando por ella :)
    Un abrazo!

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