jueves, 21 de abril de 2011

Restaurante-Hotel Txarriduna, Hermuaran-bide 3, Elgoibar

Voy a aprovechar un mismo post para contaros un poco de historia y un poco de crítica: mi visita a Elgoibar.

No sabría explicaros muy bien si esta crítica es positiva o negativa. Lo que bien es muy bien y lo que mal es fatal. Como siempre la que sufrió fui yo y los demás... Bueno, en este caso también. Preparaos para un post largo pero interesante.

Cuando se habla de un restaurante, en Elgoibar éste es parada obligatoria. En éste pueblo de Gipuzkoa (o bien Guipuzcoa), el Txarriduna es un restaurante bastante conocido, el más famoso quizá, y con un precio bastante asequible.

Mi jornada Elgoibariense empezó ni más ni menos que tomando un café en un bar bilbaino con la única compañía de la bartender y una yonki desquiciada que no paraba de hablar sola repitiendo una y otra vez lo mismo. Qué quereis que os diga, el baretillo me pareció acogedor hasta que vi el percal, demasiado tarde para actuar y salir huyendo. La mujer se acercó tanto a mi en su intento de llamar la atención de la pobre individua que trataba de ignorarla, que casi se me sube encima, lo cual despues de leer que una mujer había mordido a una camarera en mi ciudad, me dió bastante pánico.

Una vez esnifé el café con tal de salir corriendo de alli, me metí en el tren y tuve el gusto de compartir fila de asientos con otro yonki que cantaba canciones punk-rock, contaba cómo su caldera se había estropeado y decía "mmmhhhh... carrrrneeee freeeescaaa...". Si creeis que fue incómodo, se nota que aun no sabeis el resto de la historia. Una vez el tipo bajó del tren subieron todas las fuerzas armadas de Euskadi, incluyendo agentes de Euskotren, vigilantes de empresas y la misma Guardia Civil, que decidió que, un buen sitio, era justo detrás de mi. Todo esto despues de tener que cambiar de tren a medio camino, hizo que el viaje fuese de lo más tranquilo y relajante.

Al llegar alli, un paseillo por Elgoibar y a comer, que había hambre.

 Lo primero que me gratificó fue que en la mesa ya estuviese puesto el pan, una botella de tinto, una de agua y otra de gaseosa. Y es que eso permitiría que Diano no muriese de sed y hambre antes de que trajesen la comida (lo se, va en contra del protocolo restaurantil, pero hagamos la vista gorda...).

La camarera nos comunicó vía oral los cien mil platos que había y acto seguido se marchó con la comanda para volver en menos de cindo minutos con los platos ya listos. A esto se le llama rapidez, y en qué buen momento.

Aqui empezaron las cosas raras. "Espaguetis con tomate" a los cuales les salían trozos de chorizo, champiñones y guisantes quemados, ensaladas marineras que tenían dos cosas marineras y nada verde o considerable como ensaladero...

A duras penas, como una buena "escogidita", que me llamaba mi madre, eliminé los guisantes de mi tenedor porque, sinceramente, es la primera vez que en una salsa de tomate veo yo guisantes.

Los segundos vinieron tan rápido como los segundos, lo cual, siguiendo nuestro hilo de hambruna feroz, nos vino de perlas.

Pero... En fin, casi me desmayo al descubrir que mi pechuga de "pollo a la crema" también tenía guisantes. Oye, ¿pero qué pasa? ¿Os patrocinan las plantas de guisante? Me coroné con la elección de platos, porque desde luego, gracias a que llevaba un kilo de patatas fritas no me quedé sin comer... La salsa del pollo estaba asquerosa. Ahora bien, la camarera, al ver el desastre me ofreció cambio de plato, pero cuando mis amigos comensales ya habían terminado, asi que no era plan.

A mi compañera comensala no le agradó que su pescado estuviese acompañado por pimientos, ya que éstos tapaban su sabor.

Mientras, mi compañero engullía sus platos hasta el borde del vómito (una buena elección).

Y después llegó el postre. Ahí si. Si dicen que es el plato más importante de una comida ya que es el que te deja el sabor, entonces calificaría la comida de perfecta. Qué tarta de hojaldre y crema. Qué tarta. Pero qué tarta!!! Eso era un orgasmo en boca, un placer, un amor, un... buf!!! Indescriptible. Ahí si que se coronaron mis amigos los cocis. Esa tarta con un borde de merengue seco e incluso una flor de azúcar como decoración. Muy muy currado, en serio, espectacular.
Como final de viaje, otro loco en el bus de vuelta, éste solo se dedicaba a distraer al conductor, que dejaba de mirar la carretera durante unos segundos llenos de pánico mientras yo veía toda mi vida pasar ante mis ojos.

Si salí viva de esta experiencia os digo que podré con lo que sea (o eso espero)

2 comentarios:

  1. No hace mucho que he pasado por alli y no es para tanto. Me da la sensacion que te dedicas a lo mas facil y lo mas normal en este pais, el critiqueo. Me gustaria verte a ti desarrollando la mitad de los platos que te sirvieron.
    Vale que no es un restaurante de 15 tenedores y que tiene sus fallos, pero para saber criticar hay que saber recibir criticas.
    Un saludo
    Alejandro

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  2. Cada uno puede tener su propia sensación y su propia opinión, Alejandro, que no se te olvide. No he criticado el restaurante en general, sino el servicio de aquel día; obviamente no voy alli a comer todos los días y una persona que haya estado al mismo tiempo que yo ha podido vivir una experiencia completamente diferente.
    Te recuerdo que soy cocinera, lo cual implica que he recibido y recibo críticas.
    No creo que por hacer una crítica tenga que demostrar nada a nadie, pero en cualquier caso, quien quiera, que lo pida.
    Un saludo.

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